La oposición es la culpable: Frase que demuestra la inmadurez política de todos
Por Guillermo Ruiz Guevara
Cada grupo en contienda culpa al otro. Así, la rara topología política de izquierdas y derechas, de comunistoides y brutistoides, de malos y peores, de los que portan el fusil y de los que balancean hondas y, entre ellos, delincuentes que aparecen y hacen de las marchas su oportunidad para agredir, robar y para ser usados por los aprovechadores de su intervención, para culpar al otro.
Se asiste a un conflicto socio-político, que brota de los intereses de grupos de poder que enfrentan protestas sociales exacerbadas. Es un conflicto que surge de decenios de opresión; esto es actual, explota y es vivido en este mismo momento, corrompiendo el 2023.
Los conocidos serviles de la derecha hacen de Pedro Castillo el delicuentillo indeseable y aborrecible de la historia actual y de Dina Boluarte un títere, convirtiéndola en la máxima representación de la miseria de ideas de la política contemporánea, a ella la sedujeron con una opción de poder frágil, maledicente y tiranoide. En Perú, los de la derecha no son capitalistas ni liberales ni neoliberales, son mercantilistas, ambiciosos y rastreros. Los líderes de la democracia que aprendieron de las propuestas de Smith, Keynes o Friedman, en Perú, fueron pocos y a la fecha desaparecieron con sus partidos. Ellos preconizaban, curiosamente, la socialdemocracia. Los vigentes, los que se autodenominan liberales, son un remedo de inteligencia política.
Los identificados fanáticos de la izquierda hacen de Pedro Castillo un monigote, convertido en la mínima expresión de la ausencia de ideas en el ejercicio de la política actual y hacen de Dina Boluarte un merecido adefesio de la historia, erigiéndola como la representante de la cobardía y de la traición.
En Perú, los de la izquierda, mayoritariamente, no son socialistas ni comunistas, son acomodaticios que se desplazan por los partidos izquierdistoides y buscan su cuota de poder. Los líderes demócratas que aprendieron de Marx, Engels, Lenin o Mao, que al lado del pensamiento de Mariátegui impulsaron el socialismo. Aquellos, que fundaron los partidos de izquierda, ya no están; y sus seguidores se muestran sin unidad partidocrática, que exige la práctica política.
Se observa un burdo escenario de dimes y diretes, siendo el peor ejemplo visibilizado el que muestran las llamadas autoridades, inmerecedores de tal distinción, pues autoridad es el autor de la vida del prójimo y tales solo son culpables de más de medio centenar de muertos, en la pretensión de apoderarse del gobierno.
Decir “la oposición es la culpable”, en la expresión de izquierdistas o derechistas, es como oír a los individuos inmaduros eludir su responsabilidad y ocultarse culpando al prójimo. Añaden “aquel tiene la culpa”.
No tenemos políticos capaces de dialogar, sumar ideas y promover soluciones desde la autocrítica y el consenso. Eso es para seres inteligentes. En la política actual, este tipo de seres no los hay.
Tenemos dirigentes con razones para protestar, que son insultados, terruqueados y violentados y ellos están hartos, hace decenios, de las mentiras de los malos políticos, malos jueces, malos empresarios y mala prensa.
Tenemos una población ubicada en la incertidumbre, el caos y el sistemático riesgo de vulnerar sus vidas, que también está harta de los politicastros. Sobreviven en medio de mafias, de la PNP, de las FFAA y del MP; de todos ellos, la población está igualmente harta. Existen también azuzadores, desde ternas disfrazados, utilizados para provocar el desorden y culpar a los marchistas; hasta delincuentes, quienes no desperdician la ocasión.
Y en ese escenario, todos acusan, irresponsablemente. Derecha e izquierda no aprenden que el rival tiene derecho a opinar, a expresarse, incluso desde la ignorancia. Toca enseñar, no acusar.
Todos saben porque se sostiene a Boluarte, es porque hay miles de millones de ólares en contratos que se negocian y negociarán este año. El Congreso servil sigue las instrucciones de sus patrones. Si cae Boluarte, por disposición constitucional, queda la obligación de convocar a elecciones en cuatro meses, perjudicándose el control de los negociados.
La “toma de Lima” es un acto político, es la explosión de una población en la que el hartazgo es la causa que los anima. Ellos no defienden izquierdas ni derechas ni a Pedro Castillo Terrones, ellos claman por una modificación severa, que corrija las maldades permanentes de las mafias limeñas. Invocan un nuevo orden, no saben cuántos artículos tiene la Constitución, pero consideran que ese es el instrumento que los agobia, pues sus redactores y sus defensores son los mismos que los engañan, violentan y arrebatan sus derechos. Esto es lo sustantivo.
La marcha es financiada por los propios comuneros, los pseudo políticos desconocen cómo se organizan en las comunidades, donde ellos mismos tienen sus bancos comunales; por lo visto no convivieron nunca en una comunidad. Hay agentes extranjeros y del narcotráfico, cosa visible, en tal caso, la culpa es de la policía, por falta de inteligencia policial e intervención oportuna, por permitir su existencia; salvo que sean cómplices o negociadores del “dejar hacer”.
La población que viene hacia Lima no es comunista, los conduce la reacción de rechazo multitudinario a la infamia de un gobierno nefasto; pintarlos de comunistas es violentarlos. Lo que se hace adrede, acaso el Ejecutivo tiene planeado provocar un incendio total. Para esto, hay quiénes se beneficiarán.
Si actúan terroristas, rezagos o agrupaciones con ideas senderoides, entonces, ¿Dónde está la policía que no los descubrió y denunció, oportunamente? Pasaron dos décadas desde que supuestamente se derrotó a SL, desde entonces, ¿Qué se hizo para recuperar la paz social?
Las derechas acusan de terroristas a las izquierdas. Cuando los pobladores del sur, del VRAEM, en particular, ven cada día a los narcotraficantes, que pagan a los militares y policías, de modo que estos, cada vez que les conviene, inventan actos terroristas para sostener los presupuestos especiales que les asignan. Por ello, la población de esos lares se asquea de la prensa que los terruquea; por lo que califican a los periodistas de embusteros coludidos con las mafias.
Las izquierdas acusan a las derechas de criminales asolapados. Estas tienen la ventaja de la publicidad engañosa, que los encubre. La prensa vende noticias que no los dañe. Los grandes grupos empresariales financian los noticieros y estos se prostituyen, entregándose al mejor postor. La violencia es exaltada permanentemente, creando una sociedad del miedo, aterrorizada.
Las armas se engrasan y cargan, ¿Para defender a quién? Ojalá que la bala de un soldado o de un policía no mate a su propia madre, padre o hijo.
Un gobierno no se impone asesinando ni generando las condiciones para que la muerte prevalezca, un gobierno es el encargado de administrar el país en beneficio del mismo, no para destruirlo ni asaltarlo.
Habría de preguntarle a los enquistados en el Ejecutivo, en el Legislativo y en el Poder Judicial si se percataron que han precarizado toda la economía y desequilibrado al país. Claro, dirán que los manifestantes, que los que protestan son los culpables.
La protesta dice que se vayan todos, incluyendo a los partidos políticos con inscripción vigente. La protesta multitudinaria es la voz del pueblo que le dice a las mafias gobernantes, con derecho pleno, que no los soportan más. Algo que los Otárola, los Williams y sus adulones no aceptan, primero, porque no conocen la realidad social de los campesinos y emprendedores del interior del país; segundo, porque sus patrones ya les ordenaron que sostengan el gobierno, a cualquier precio; tercero, porque la ambición del poder los obnubila.
Elecciones para diciembre 2023 es muy lejos, abril 2024 inalcanzable. Los opinólogos de la prensa adicta al que les paga, ahora dicen que las elecciones se adelanten a diciembre, porque es conveniente ceder en favor de los que protestan. Eso es una burla, eso lo pretenden para lograr sus negocios en el transcurso del año.
De otro lado, fatalmente, si se convoca a elecciones en el breve plazo, el acto electoral se haría entre los partidos que a la fecha están habilitados. Los congresistas harán solo lo que les conviene y es, justamente, que no haya nuevos partidos y se “juegue” con lo que hay, que, por ahora, son parte del coro que pregona: “La oposición es la culpable”.