El símbolo más impresionante de la historia es el de la cruz. Desde sus orígenes, los cristianos tomaron la figura de la cruz como forma de expresarse sin palabras. En la Santa Cena del Señor se toma el pan y el vino como imágenes físicas del cuerpo y la sangre del Señor. También están símbolos como: la paloma, en representación del Espíritu Santo, la luz, la sal, la rama de olivo, la antorcha, el Alfa y la Omega, etc. Sin embargo, sobre todos los símbolos, la cruz es el más común de la fe cristiana.
El tema de la cruz ha dejado en el arte múltiples huellas permanentes: teatro, pinturas, esculturas, orfebrería, monumentos, cementerios, templos, catedrales, poesías, cine, etc. Estos han sido medios para exaltar la afrenta de la cruz; algunas veces con mensajes contradictorios, pero siempre tomando en cuenta al Jesús del Calvario.
La cruz habla en silencio de sacrificio, expiación, redención, consumación y propiciación. Esta dice quiénes somos y nos muestra el amor tan grande que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es más, la cruz nos revela que somos criaturas necesitadas de la salvación y nos señala el camino. En Cristo, la cruz se usó como instrumento de castigo, sospecha y crueldad. Sin embargo, después de la resurrección se ha usado como el perfecto decreto de Dios para la verdadera libertad del ser humano. Los evangélicos hemos sido cuidadosos en no venerar la cruz. Si pudiera expresarse, nos diría: «Yo solo fui un instrumento y ahora soy un símbolo. ¡Adora a Dios!».
El increíble amor de Dios por el género humano llega a lo más alto al elaborar el misterioso plan eterno del sacrificio de Jesús en la cruz. A ningún ser humano se le habría ocurrido tal barbaridad: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Si algún día dejaran los hombres de pronunciar palabras debido a que ya las habrían agotado todas, aún seguirían resonando las palabras de la cruz.
Sin embargo, queda aún una pregunta más: ¿De qué manera la cruz de Jesús glorificó a Dios? Hay una sola forma de glorificar a Dios: ¡La obediencia! Jesús glorificó a Dios entregándole su obediencia perfecta. La obediencia hasta la cruz prueba que los hombres podían cometer la peor de sus acciones, pero que Jesús podía triunfar a pesar de eso. Para Jesús, la cruz fue el camino del regreso: «Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:5). Jesús era como un caballero que abandonó la corte de un rey para llevar a cabo una hazaña peligrosa… la cruz fue su hazaña. ¡Y pensar que sus enemigos creyeron que era el fin! Recuerda, la cruz siempre será un símbolo de esperanza.
(Tomado del artículo escrito por el Dr. Heberto J. Becerra, incluido en la Biblia “Jesús para todos”. Vea la versión original)