El medio mediático y el desgobierno emergente
¡Una propuesta de solución!
Por Guillermo Ruiz Guevara
El medio es lo central, de todo objeto físico. Medio es también, para los hispanohablantes, el recurso. Igual, se usa para describir un espacio cualquiera, por ejemplo, en la expresión “el medio en que sucedió”. Recientemente, en el común hablar, se le añadió como antecedente de ambiente. Cuestión redundante, ya que ambiente es la composición de un espacio, que incluye un territorio con sus habitantes; luego, ambiente resulta sinónimo de medio. La referencia apropiada de ambiente es el espacio territorial que configura un ecosistema, siendo lo adecuado referirse en una sola palabra al ambiente, sin el antecedente medio; pues, al decir medio ambiente, es como decir agua mojada. La acepción que se aplicará en la presente nota al utilizar el término medio es la del recurso periodístico, de las publicaciones o del material de radio-televisión. No se aplicará como justo medio, pues no se relacionará al justo recurso ni a justo al centro. Se utilizará en una frase que es cuasi sarcástica: medio mediático.
La prensa, tipificada como el cuarto poder, es el medio divulgador de las noticias. Además, se convirtió en un fiscalizador sujeto a las oportunidades, pues actúa según el financista de sus intervenciones. Esto es ni bueno ni malo, ya que siempre sirven las verdades que descubren. Sí lo son; no cuando las tergiversan, descontextualizan o manipulan, y se convierten en un hecho indigno.
Como poder informante, en los tiempos recientes, todo indica que sobrepasaron lo razonable, se excedieron hasta convertir la libertad de expresión en un abuso de la expresión, escrita u oral.
Añádase que el servicio mediático está influenciado por el acto publicitario. Esto, en la propaganda para el Estado y el Gobierno de turno, lo convirtió en un recurso dependiente de la facturación por sus servicios, haciendo del gobernante un factor decisorio de cuánto aporta a los medios periodísticos, para ser “amistosos”, para ocultar las noticias incómodas o tratarlas con guantes blancos.
Lo que no se previó es que tanto ocultamiento desbordó lo razonable y provocó que los medios fueran la comparsa de los malos gobiernos. Se hicieron cómplices y la ciudadanía se percató de ello.
Ahora se conoce que los medios recibieron en el gobierno de MVC más de cien millones de soles y antes, en el gobierno de PPK, más de ciento treinta millones, durante el gobierno de OHT casi cuatrocientos millones de soles, en el gobierno de AGP fueron casi ciento diez millones de soles. Y, antes, durante el gobierno de AFF y VMT, recibieron sumas que los prostituyeron de forma plena.
A los medios ya nadie les cree, es vox populi que las noticias sobre el Gobierno, buenas o malas, dependen de quién y cuánto pagan. Consecuentemente, los gobiernos y los medios perdieron credibilidad por sus fechorías y porque se sabe que estos los asolapaban.
Téngase presente que, de seguro, con una prensa libre y objetiva, con equipos de investigación serios, muchas verdades hubieran sido conocidas sin que los accidentes de la historia las descubrieran; como el caso Odebrecht, que se conoció porque explotó en Brasil y en cortes de USA.
En buena cuenta, la prensa servil favoreció que los gobiernos se corrompieran y a que emergiera una clase política llana a utilizar el erario para satisfacer las apetencias mediáticas. Estos bribones, ahora, cuando el gobierno de PCT les reduce drásticamente la facturación, se pintan de moralistas y se atrincheran en la libertad de expresión versión delincuencial, para atacar al gobierno.
La gestión gubernamental vigente merece innumerables críticas, siendo una incongruencia ver a parte de la prensa gritar “agarren al ladrón”, dicho utilizado cuando un delincuente acusa a otro igual.
Debe recordarse que las concesiones de las frecuencias radio eléctricas para el empleo por la radio y TV incluyen cláusulas que precisan el comportamiento ético de los medios y los usos de la libertad de expresión en parámetros de respeto y moderación, por lo que resulta risible que insulten al presidente, a los miembros del Gabinete y a quienes les da la gana, invocando ser intocables en mérito de la libertad de expresión, una libertad que utilizan como cloaca asquerosa en la que sumergen su basura de expresión. Denunciar o criticar no exige insultar.
Entonces, no sorprende que en el Congreso se perfile un proyecto de Ley que se refiere a la prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y comunicación social; y, en general, a las empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, los que no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del Estado ni de particulares o formas mixtas.
La congresista de Perú Libre, Katy Ugarte, presentó un proyecto de ley que prohíbe toda práctica que limite la libre competencia y el abuso de la posición de dominio, así como los monopolios y oligopolios que concentran más del 70 % del mercado. El proyecto está en la Comisión de Constitución. La congresista Ugarte enfrenta al monstruo de múltiples cabezas. Ojalá no sea para “negociar”, como lo hacen los corruptos congresistas de la vieja partidocracia.
El proyecto busca modificar el artículo 61° de la Constitución y propone la siguiente redacción: «El Estado garantiza, facilita y vigila la libre competencia. Combate y prohíbe toda práctica que la limite y el abuso de posiciones dominantes. Prohíbe los monopolios y oligopolios que tengan una concentración mayor al 70% en el mercado, salvo en situaciones en las que no exista la oferta de algún bien o servicio brindado. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni establecer monopolios”.
Es una iniciativa que la oposición congresal, cercana a los gobiernos anteriores, detendrá y querrá archivar, pues atenta contra los intereses de los medios mediáticos, asociados a empresas de aduanas, banca, logística, farmacia y alimentos, que los convirtió en un pulpo que esclaviza la capacidad monetaria de la ciudadanía, como mejor les parece.
Perú, como en los países donde el modelo empresa-partidos-juzgados es la raíz de la corruptela, resiste su deterioro, que auspicia el trío citado. Estos, a la fecha, son los principales interesados en crear un escenario de crisis, pues en ese revoltijo disfrazan los hechos que afectan a sus familiares denunciados. Cuanto mayor sea la crisis, mejor ocultos; y, que se expanda hasta que se incendien los Despachos y los juicios se hagan viejos.
El elector peruano, una vez más, eligió mal el 2021. De todos modos, hubiese elegido mal; la trampa tendida por las naranjas conducía a ser cojudignos o cojuindignos, según términos acuñados por los mismos medios cómplices; solo que un desmanejo sacó el tiro por la culata y emergió el desgobierno.
Evaluando la solución
Y ahora, ¿Qué hacer? Vacar al Presidente o cerrar el Congreso, unos dicen que es la solución; que se vayan todos es puro riesgo. Puesto que las nuevas elecciones, en breve tiempo, reuniría a los mismos partidos. Sería canjear la misma figura sucia, añeja e incorregible, por otra igual o peor.
Es imprescindible renovar los partidos, se precisa de nuevos partidos o reorganizados en su estructura. Nuevas figuras. Solo que, por ahora, son los mismos electores, que son parte del problema, cuya emocionalidad es manejable y no se informan lo suficiente para elegir racionalmente.
El actual Congreso no daría normas para dar cabida a nuevos partidos ni a nuevos cuadros. No les conviene. Los Colegios profesionales están politizados, no sirven para mediar por una solución. La Iglesia ayudaría, pero solo procedimentalmente. Y, ¿Una junta de notables? Quizás, evalúese.
En este marco, se proponen dos pasos cruciales. Recordando que los partidos habilitados en el Registro de Organizaciones Políticas (ROP), mayoritariamente no son confiables, los nuevos están compuestos por viejos políticos y algunos que ya conocieron el sabor del poder. Casos que la población repudia y la historia reciente los desmerece.
Primer paso: Dar oportunidad para que se inscriban nuevas organizaciones políticas. Hace daño que existan tantos partidos, consecuencia de la escisión en los partidos conocidos y por la falta de participación efectiva de la ciudadanía, pero es peor dar sitio a los viejos vigentes. Esto, para desterrar a los politicastros de siempre y generar nuevas opciones, descontaminadas de la barbaridad ejercida por los viejos partidos. Con este fin, que la sociedad civil presione al Congreso para que se legisle una excepción y se inscriban nuevos partidos, con mil firmas y una base en cada Región. Ya el voto cancelará a los que no merezcan la confianza de los electores.
Segundo paso: Estructurar la propaganda electoral con exclusivo financiamiento del Estado y la obligación de la prensa, en general, de ser estrictamente equitativos con todos los partidos en campaña, tanto en publicidad como en entrevistas y noticias. Prohibiendo publicidad en la vía pública, salvo en paneles igualitariamente distribuidos para todos los partidos. Los volantes o afiches quedarán restringidos a las reuniones, mítines o apariciones que se concedan por igual a todos los partidos. Asimismo, cautelar que en las redes sociales no insulten ni mientan, toda denuncia será presentada con altura y objetividad; existen formas para detectar el origen de un posteo, la inteligencia de delitos informáticos ya evolucionó lo suficiente, otra cosa es que no quieran actuar. A propósito, ya es tiempo de instituir un Derecho de Ciencia de Datos Internacional Comparado.
La democracia es imperfecta, toca salvar las partes frágiles de la acción ciudadana y crear ambientes de participación sin cortapisas ni móviles pagadas ni actores extranjeros contratados ni operadores políticos que manipulan a la población.
Estamos ante una crisis que no se resolverá haciendo más de lo mismo. Si el pueblo se equivoca es porque la ruta del cauce electoral solo favorece a los que manejan grandes financiamientos y eso es, justamente, lo que se debe corregir.
Queda la propuesta para su análisis. Habrá otras mejores, pero destruir la institucionalidad, a pesar de sus defectos, no es la mejor solución. Se invita a los interesados a criticar esta opción y mostrar otras iniciativas.
- Las opiniones expresadas en este texto periodístico son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Agenda Pais.