“Pasemos del discurso a la obra; se sabe que sin educación no hay opción de desarrollo real. Para ello, empiécese por cambiar el modelo vigente, el que ya demostró su ineficacia”, es lo que sostiene el articulista Guillermo Ruiz Guevara al abogar por la responsabilidad de “formalizar los cambios correspondientes para asegurar que los adultos de mañana acudan bien preparados a las formas de producir que imperaran a partir de la próxima década”.
El cambio obligado
Tratar sobre la educación es discurrir acerca de la complejidad de los seres humanos, de su circunstancia, existencialidad, esperanza, de lo que tienen y de lo que pueden, desde su ambiente o desde su realidad. Así se inicia la presentación de un libro de igual título que el presente artículo, y del mismo autor.
Y así se describe el entorno y la crisis permanente en la que los individuos y la sociedad se desempeñaron, desde siempre, como nómadas, como recolectores o como citadinos. Es el marco de una sobrevivencia en la que ensayar pronósticos sobre el futuro siempre fue y es incierto; requiere agudizar la mente para calcular en un mar de probabilidades si el siguiente paso es posible y si el paso número mil lo será o, acaso, otro más lejano. Hacerlo es una condición obligada, con mayor importancia en los tiempos actuales, para construir sociedad y prevalecer como tal.
Téngase presente que la educación es un proceso de cambios y adaptaciones permanentes, de inserciones múltiples; tanto por los nuevos conocimientos como por las falibles decisiones de políticos y los interesados en direccionarla, las más de las veces con intenciones de dominios antes que de proveer libertad de pensamiento.
Para iniciar cambios, lo primero es apreciar si todos están de acuerdo o acaso la mayoría lo está.
En materia educativa, no hay duda, todos quieren un cambio. Las preguntas inevitables son de qué tipo, desde cuándo, hacia dónde, cómo.
Aconteció una pandemia para observar y confirmar lo inútil de la disciplina individual y la falta de convicciones colectivas, para descubrir que la honestidad y la solidaridad son las menos comunes en caracterizar a los encargados de conducir a la población. Que la autoridad, que es la capacidad de ser autor de la vida del prójimo, es una cuestión en estado de gravedad.
Hoy, todos están convencidos del cambio, el siguiente paso es acordar que tipo de educación se desea.
En un momento que lo material está en conflicto con lo inmanente; en que la virtualidad acusa presencia, aunque muchos aún no sepan de qué se trata; en que la descripción del producto educativo y de la producción empresarial se confunden y contradicen; en que la posibilidad de continuar sobre la Tierra o de destruirla está en discusión; en este trance, es necesario dialogar sobre el futuro de la educación y el fortalecimiento social. Quizás desde el Foro del Acuerdo Nacional o en alguna instancia encargada para hacerlo.
El gran debate no puede posponerse, para entrar en el diseño y puesta en marcha de un nuevo modelo de educación y de sociedad, una que incorpore lo avanzado por la ciencia, que mejore el entendimiento y aprovechamiento del recurso tecnológico y, sobre todo, que ofrezca nuevas luces para procrear al ciudadano de la Sociedad Digital, no es posible evitarlo.
No es suficiente entender cómo se estructura el cerebro, las neurociencias han modificado la descripción del ser humano conocido, para observar que la compleja emocionalidad es un factor gobernable, pero requiere la sabiduría del guía, padre o maestro, comunicador o agente social. Un escenario en el que todos somos agentes sociales y en el que para todos surge la obligación de cumplir roles como educadores. En la práctica ya era así, pero sin orden ni sistema formal, todo ocurre en la espontaneidad y la anarquía, donde nadie comprende su responsabilidad educadora.
La gran crisis del milenio es cómo consensuar el tipo de ciudadano deseado. Es la ausencia de un sistema social que articule la formación de un ciudadano autónomo, que todos reconozcan como el modelo a seguir. En teoría, se proclama que la escuela ofrezca resultados, para luego reclamársele por sus defectos; en la práctica, se abandona a la escuela para que construya resultados, cuando la mayor influencia es de los medios de comunicación y en los hogares los padres están ausentes. El acto formativo de valor está confinado y la educación es informal, ejercida por influencias no sistematizadas.
El gran esfuerzo por asumirse es el de comprender que todos somos escuela, que la educación no es exclusiva de la institución educativa y excluyente de los comunicadores, de los políticos, de los agentes sociales, en general.
Otra pregunta obligada es, en relación a los planificadores del proceso educativo en el Ministerio de Educación, en las Facultades de Educación, en los consorcios educativos, en las promotoras y direcciones de las instituciones educativas, ¿Saben en qué consiste la quinta y sexta revolución industrial?

Clases semipresenciales por la pandemia (Foto: Minedu).
En Perú, apenas se ingresó a la 4ta revolución industrial, a tropezones y con muchas falencias, pero se está obligado a formar para competir en las siguientes etapas de la revolución industrial, que es el escenario en que vivirán los escolares de hoy. El contenido de tales etapas ya se conoce, la responsabilidad a asumir es formalizar los cambios correspondientes para asegurar que los adultos de mañana acudan bien preparados a las formas de producir que imperaran a partir de la próxima década.
Pasemos del discurso a la obra; se sabe que sin educación no hay opción de desarrollo real. Para ello, empiécese por cambiar el modelo vigente, el que ya demostró su ineficacia.
Se “internacionalizó” la educación peruana, al adoptarse recetas del Banco Mundial (BM), se establecieron currículos frondosos, se suspendió el diálogo entre docentes y sus alumnos, se implantaron metodologías orientadas al memorismo, se instalaron computadoras que nunca se convirtieron en recursos didácticos que todos utilizaran eficientemente, se convirtió la escuela en una línea de producción de mentes que no construyen soluciones y carentes de pensamiento crítico. …!!!
El diagnóstico ya está escrito, en cientos de ejemplares y por cientos de autores, la escuela peruana es la más diagnosticada entre todos los sectores nacionales.
En definitiva, la escuela analógica no va más. Y, ¿Cómo sería la nueva escuela?
Un reciente artículo del Tecnológico de Monterrey (TM), intitulado “¿Cómo aprende la Gen Z y qué esperan de la educación?, preparado por Christian Quinteros Flores y Drina Migone Rettig, se inicia citando: “Los individuos de la Gen Z son 100 % nativos digitales. Son creativos, autodidactas, multipantallas y multitareas. Todo un reto para la educación tradicional”.
Analícese la cita en cuestión, la que encierra material para un extenso y necesario debate, con realidades y supuestos que deben aterrizarse. Labor que es importante iniciar. Y no detenerse en el intento.
Hagamos los cambios pertinentes, desde el acto formativo de maestros. Tratemos de hacerlo rápido y de la mejor manera.