Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» Juan 11:25-26
Una de las afirmaciones más relevantes de las Escrituras es: “¡El Señor resucitó!”. Esta declaración de los ángeles, de las mujeres y de los discípulos asombró a quienes recibían semejante noticia tan difícil de creer.
La palabra “resurrección” en griego es anastasis, que significa “levantamiento”, y se define como la acción de ponerse de pie otra vez o levantarse de nuevo (1 Corintios 15:12-13). Aunque este hecho es muy conocido entre los autores del Nuevo Testamento, en el Antiguo Testamento encontramos también luces al respecto: Oseas 13:14; Job 14:13-15; Isaías 26:19; Daniel 12:2,13.
El primer día de la semana, muy temprano en la mañana, dos de las Marías se apresuraron para visitar el sepulcro. ¡Qué tremendo anuncio recibieron! Un ángel llegó del cielo tras un terremoto, removió la piedra, la puerta del sepulcro, y se sentó allí. Este ángel lanza la increíble noticia: «Yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado […] id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado» (Mateo 28:5-7).
Al encontrarse con Jesús resucitado, María Magdalena, de la que Jesús expulsó siete demonios, corrió a darles la noticia a los demás que estuvieron con Él. Sin embargo, ellos estaban de duelo y llorando, y no creyeron en un principio tal noticia (Marcos 16:9-11).
Camino a su tierra iban dos de los discípulos que comentaban lo ocurrido. Entonces, Jesús se les apareció y, una vez que Él les dejó, le reconocieron y se pusieron en marcha para notificárselo a los demás. Sin embargo, estos no lo creyeron tampoco (Marcos 16:12-13). Luego, se les apareció a los once discípulos, a quienes reprendió por incrédulos (Marcos 16:14-15). También se les apareció a más de quinientas personas (1 Corintios 15:6).
Hoy nosotros tenemos la garantía sobre la resurrección del Señor: El testimonio de quienes lo volvieron a ver después de la resurrección; los discípulos que murieron y fueron mártires a causa de esa verdad; la vigencia actual de los judíos a despecho de los demás pueblos de la época que ya no existen; la perpetuidad de la Santa Cena; la práctica legendaria del bautismo de creyentes; los hallazgos arqueológicos, etc. Así que en relación con las narraciones de Lucas, el profesor E. M. Blaiklock llegó a la conclusión de que este evangelista «es un consumado historiador, digno de ser clasificado junto a los grandes escritores griegos».
En la Biblia existen cuarenta y cinco versículos sobre la resurrección de los creyentes. De ahí que los salvados en Él y por Él enfrentemos las enfermedades y los peligros con grandeza y tranquilidad. Esto no les sucede a los que no tienen al Señor como Salvador de sus vidas. En la recta final y definitiva hacia el mejor lugar, ¿por qué estamos turbados? Las circunstancias nos empujan, pero el resucitado jamás ha perdido el control ni ha soltado el timón: «No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14:27).
De eso se trata la maravilla de la resurrección de Jesús, pues ha dejado huellas imborrables en la historia de la humanidad. En los tratados de teología se le llama «milagro» a un suceso tan sensible y transcendente que solo se produce con la intervención de Dios. ¡Eso fue lo que sucedió aquel domingo de la Pascua! ¡Qué humillada debió sentirse la tierra cuando sin poder hacer nada para retenerlo, Jesús salió de en medio de sus entrañas!
¡Bendita resurrección del Señor que abrió la puerta de su sepulcro y que abrirá las nuestras!
Tomado del artículo escrito por el Dr. Heberto J. Becerra, incluido en la Biblia “Jesús para todos”.