sábado, marzo 15, 2025
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Perú, sin institucionalidad: El caos que es corregible

Guillermo Ruiz Guevara
Guillermo Ruiz Guevara

Perú, sin institucionalidad. El orden se perdió, todos, alrededor, son los vivos que evaden y hasta se mofan de las normas, desde los empresarios que se movilizan en caros vehículos, con chofer incluido, hasta los cobradores de microbús y los lustrabotas. El respeto o un mínimo de consideración por el prójimo es, para muchos, una estupidez. Hace décadas escuché la pregunta: “¿Cuándo se jodió el Perú?”, la que es repetida miles de veces y se lee en una obra de Mario Vargas, sobre la que Vicente Otta opina que es “una especie de interrogante metafísica nacional, quinta esencia de la duda angustiosa que atraviesa la existencia de la sociedad peruana contemporánea”.

Y se suman años, en los que todos, sin excepción, se esfuerzan por ampliar la dimensión de la afirmación: “estamos jodidos”, unos por exceso, otros por defecto y otros por omisión. De pronto, para revertirlo, no necesitamos políticos, tampoco sociólogos, filósofos, …, quizás se necesita una rápida evolución de la ciudadanía y una explosión de inconformidad, que se viene gestando ante la irresponsable actitud de los integrantes de los Poderes del Estado. Ninguno de estos merece la aprobación de la ciudadanía. Hoy, donde aparece la presidente o un congresista, son pifiados.

En este contexto, y a la vista de una huelga anunciada para el 06 de febrero, próximo, el discutir sobre la pobreza multidimensional de la población y sus carencias, debiera sustituirse por el estado paupérrimo de las neuronas de los miembros del Congreso, Ejecutivo, Ministerio Público y Cortes Judiciales, ninguna de estas instituciones es confiable. Carecemos de institucionalidad.

En México también se sienten jodidos, de diversos actores, entre ellos de sus jueces. Obsérvese que su nueva presidente acaba de convocar a los estudiantes de Derecho y jóvenes abogados para postular a cargos en la judicatura, anunciando una reformulación total de la institución judicial, medida que es aplaudida por los mexicanos, agotados por la corrupción de sus jueces. En Perú, la población tampoco aprueba a sus jueces y fiscales.

El presidente de El Salvador ganó el respeto de todos, en una guerra frontal contra la delincuencia, los resultados son del todo positivos. Sus opositores, los onegeistas y los corruptos de siempre son sus únicos detractores, sin argumento y sin respaldo popular.

En Argentina, la reducción del Estado y el reordenamiento fiscal salvaron al país de un grave riesgo hiperinflacionario, y su economía se estabiliza, superando niveles históricamente dañinos en ese país. Ahora, se aprecia determinación y claridad de objetivos, financieros y económicos. Pareciera que pronto se cantará “río contigo Argentina”.

Los casos exitosos en Singapur, los países noreuropeos, el conocido caso de China, Corea del Sur y Japón, se lograron eliminando la corrupción, invirtiendo en Educación y Tecnología. En todos los casos, exactamente es lo que no se hace en Perú.

Algunas propuestas

La solución no pasa por imitar a ninguno de esos países. Tales países son buenos referentes, pero no son recetas milagrosas replicables. Cada país tiene su realidad, sus propias condiciones.

Sin embargo, se ensayará algunas propuestas:

  1. Que pidan licencia de inscripción los viejos partidos políticos, con antigüedad de cinco años o más, aunque hayan recuperado su inscripción en el ROP, en fecha reciente. Esto, en uso del diagnóstico que hace la mayoría nacional, que no los desea. El valor de la democracia incluye la voz de las mayorías, aunque no se manifiesten en las urnas.
  2. Que los viejos politicastros se recluyan en sus cuarteles de invierno y den espacio a las nuevas generaciones en el ejercicio de la democracia y la opción de ser gobierno.
  3. Que se suscriba un pacto nacional anticorrupción, con lineamientos mínimos que ejecutará cualquiera de los nuevos partidos que llegue al Gobierno. A los viejos no llamarlos, ellos son parte del problema.
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